Desde hace miles de años la especie vegetal Cannabis sativa L. ha acompañado a la humanidad con variadas aplicaciones (o usos). Por ejemplo, en medio oriente hace más de 3000 años los Asirios la denominaban qunnabu si era usada en ciertos ritos, azallu si se utilizaba medicinalmente y gan-zi-gun-nu cuando liberaba sus mentes.

Este vegetal presenta diversas utilidades para una amplia gama de aplicaciones. Mientras representantes de subespecies de Cannabis sativa de baja o nula psicoactividad, también conocida como Cáñamo, ha sido cultivada en todo el mundo durante cientos de años con propósitos industriales, representantes de las subespecies Cannabis sativa índica y Cannabis sativa sativa poseen un gran potencial terapéutico para el tratamiento de enfermedades de origen diverso.

Durante la década de los 30, emerge un movimiento desde los sectores más conservadores del espectro político estadounidense, cuyo objetivo se centra en la prohibición del uso de plantas con poder psicoactivo, entre las que se encuentran vegetales de la especie Cannabis sativa L, justificándose en falsos prejuicios acerca de los efectos psicológicos que acompañan su consumo.

En los años siguientes y por un gran interés económico, se les une el poder de la industria petroquímica, quienes anhelaban desplazar la industria del cáñamo como base de materiales textiles y de construcción, por los nuevos plásticos. Luego de aproximadamente 30 años de persecución, durante los años ‘60 la campaña de prohibición de cultivo y de uso medicinal, recreativo e industrial de Cannabis sativa alcanza al mundo entero, y a principio de los años ’70 Chile se suma a la moda y restringe su cultivo, procesamiento y diversos usos.

Hoy, la evidencia del potencial medicinal, social y ecológico atribuido al uso de la Cannabis sativa es contundente. Sin embargo, la legislación Chilena como la de muchos otros países, no ha progresado con ella.

En septiembre de 2014 la Comisión Global de Drogas, instancia compuesta por expertos de todo el mundo en materias de política de drogas, publicaron un informe que contiene una serie de reveladoras realidades, dentro de las que se encuentra la frase: “La criminalización de personas que poseen y utilizan drogas ha resultado ser una total pérdida de recursos y es contraproducente para la sociedad. Esta estrategia resulta ser dañina para la salud de las personas, estigmatiza a la población vulnerable y contribuye al hacinamiento en cárceles. Acabar con la criminalización es un pre-requisito de toda genuina política de drogas centrada en la salud de las personas”.

En el mismo informe, la comisión establece varias recomendaciones para encaminarse hacia una nueva y efectiva estrategia de control de drogas, en las que se manifiesta la necesidad de despenalizar el consumo de sustancias, con especial urgencia en la legalización y regulación de cultivos de Cannabis sativa y Erythroxylum coca (hoja de coca).